
La noche está fria, y no hay ni rasto de la luna en el cielo. Demasiado para ser Septiembre y estar en España. El bullicio de la calle es el de siempre: las tabernas entreabiertas, los gritos de marineros ebrios en su interior, el humo de las chimeneas, los farolillos brillando en lo alto como misteriosas luciernagas entre la niebla densa que rodea todo el puerto.
El ruido de sus viejos tacones, negros y desgastados,resuenan en las piedras, confundiéndose con el ruido de varios carruajes que pasan por allí.
Un escalofrío recorre su espalda mientras avanza ante aquella noche inusual. Acelera el paso y baja la mirada, queriendo pasar desapercibida. No se sentía realmente segura caminando por aquellas calles y deseaba llegar a casa en el menor tiempo posible.
Camina hasta su vieja y modesta casita cerca de la playa. Nadie le habla, nadie le dice nada. Llegó alli en aquella vieja barca, huyendo de su vida, huyendo de su pasado. De los golpes. De que intentaran venderla a un anciano. Siempre fue una rebelde y cuando se enteró de los planes que su tío tenía para ella no lo dudó ni un momento. Una barca del puerto y al mar.
Y aquella vez el mar fue su héroe. Desde Egipto fue a parar a España.